ENTREVISTA | Naief Yehya escribe una novela sobre el lenguaje de los pueblos olvidados

06/05/2017 - 12:04 am

Niarf Yahamadi es invitado a participar durante un homenaje en un pueblo. Se llama San Ismael y el escritor mexicano-iraní desconoce el lugar y sus habitantes. Por exceso de optimismo, por una gran dosis de curiosidad, en Las cenizas y las cosas el protagonista viaja al pueblo y todas las tormentas están a punto de empezar.

Ciudad de México, 6 de mayo (SinEmbargo).- Naief Yehya es pornógrafo y un gran experto en tecnología, tanto así como para decir que la afamada serie Black Mirror le quita todos los temas del libro que sobre drones está a punto de empezar.

Ha escrito y sostenido a su familia con textos sobre la tecnología, por caso el ya clásico tratado sobre Cyborgs, editado en 2001. Como narrador, esta no es la primera novela de su vida, pero se sale de sus trabajos conocidos y obedece a que sus hijos ya están grandes y ahora, a los 54, ha encontrado tiempo para terminar esa historia que comenzó hace siete años.

En Las cenizas y las cosas, las circunstancias se parecen un poco a la historia que narra El ciudadano ilustre, cuando un escritor es convocado para participar de un homenaje en su tierra natal.

En este caso el autor mexicano-iraní Niarf Yahamadi no tiene que ir a su lugar de origen sino a San Ismael, un pueblito de nombre extraño, que no conoce, donde será inaugurado un auditorio que llevará su nombre.

Al llegar a San Ismael, una especie de inercia funesta y trivial azota al escritor: nadie acude a recogerlo a la estación de autobuses y la directora de la Academia lo toma por un pervertido prepotente. De pronto sobreviene una tragedia en forma de erupción volcánica. El escritor consigue escapar de la catástrofe y en el avión de regreso a Nueva York vuelca su frustración en la escritura de una nueva novela. Hay planes de publicarla, de presentarla en un prestigioso programa de televisión.

Es septiembre, 2001. Nada de esto ocurrirá y las cenizas volverán a cubrir todas las cosas.

Naief Yehya nació en la Ciudad de México, en 1963. Es ingeniero industrial por la UNAM, es narrador, ensayista, crítico cultural y pornógrafo y como novelista ha publicado Obras sanitarias (1992), Camino a casa (1994) y La verdad de la vida en Marte (1995). Ninguna tan divertida y preocupante como estas.

­–Escribes muy bien novelas…

–Bueno, muchas gracias. Me encanta escribir novelas, pero el problema es que fui padre y una de las cosas que te requieren mucha atención son las novelas. Implica volver a leer cada vez que la visitas, estás continuamente rehaciendo lo que ya escribiste…eso no podía hacerlo cuando mis chicos estaban niños, pero ahora que ya están más grandes, tengo más tiempo para dedicarlo a textos que requieren más tiempo. Además, yo hago periodismo y tengo cortes obligatorios, que no te permiten estar concentrado en algo. Escribo sobre cine, política, la guerra, la pornografía.

­–De todas maneras es divertida leerla, porque parece que fue divertida escribirla

­–Bueno, hay partes que son divertidas y otras no tanto. Hubo partes muy dolorosas, sobre todo esos aspectos que me hacían dudar de la novela. ¿Adónde va? No voy a llegar a ningún lado, etc. La corté bastante, en un momento tenía la idea de que esta novela era una serie de habitaciones con corredores muy largos y lo que hice fue eliminar esos corredores. Tenía que ser menos palabrera y más eficaz en torno al cinismo y al humor.

­–Cuenta un poco la historia

­–Llega un correo a un escritor mexicano-iraní invitándolo a inaugurar un auditorio a San Ismael. Este escritor le llega el correo de la nada, en una época, los 90, cuando la red es todavía misteriosa. Encontrar un correo es algo misterioso y al que al mismo tiempo le temes. Al principio al autor le resulta una transa, ¿quién puede preocuparse por él, por sus textos? Es un poco la insistencia de este escritor con los propios medios de comunicación.

–Vas analizando los discursos que vienen en los correos…

–Sí, porque es un hombre que está cada vez más separado de las palabras. Alguien a quien la palabra se le va yendo y está tratando de rescatarla, de hacerla para sí. De cuestionarse cómo él interpreta los mensajes y por eso también es su pasión literaria, que refleja más un sentido de supervivencia que un real amor por los libros.

En Las cenizas y las cosas el protagonista viaja al pueblo y todas las tormentas están a punto de empezar. Foto: SinEmbargo

–¿Qué son Las cenizas y las cosas?

–El libro se llamó Cenizas, durante muchísimos años; un poco por las cenizas de tu cultura y otro poco por las cenizas del 9/11, que me tocó caminarlas, recorrerlas. Una vez en el sureste mexicano me tocó vivir la erupción de un volcán, todo parecía como nevado, todas esas memorias se conectan en la novela. Las cenizas le ponen continuidad a la memoria de todos esos hechos. Las cenizas y las cosas fue por casualidad, mi editor me comentó que podría ser algo parecido a Las palabras y las cosas. Lo entendí…

–Es un trabajo sobre el lenguaje nadie entiende nada en la novela

–Sí, completamente. El ejemplo de San Ismael es eso, están los lenguajes totalmente fracturados, hay una resistencia hacia el extranjero, aunque no se sabe si es por eso o si ya perdió toda referencia externa.

–¿San Ismael no tiene algo que ver con esos pueblos perdidos, sin referencia externa, que votaron a Trump?

–Tiene mucho que ver con eso. Del Estados Unidos que no es Nueva York, pero también hay muchas referencias al Norte de México. Uno ve al norte de México con cierta angustia, como en un futuro mexicano, todo es homogéneo, hay tiendas como el OXXO… San Ismael no existe, lo escribí como yo lo sentí y mientras lo escribía no pensaba todo esto. Al intelectualizarlo las cosas cobraron sentido.

–Si los Estados Unidos no es Nueva York, ¿qué es?

–Durante mucho tiempo los Estados Unidos estuvieron alimentando a la gran manzana, a Nueva York, a Los Ángeles y al mismo tiempo ellos daban el orgullo de ser estadounidense. Venía alguien de Ohio a China y sentía orgullo por sus íconos, de la estética, rara vez va a ir a defender lo que se hace en su pueblo, en Ohio. El fenómeno Trump ha venido a cambiar esto, a que esas élites culturales no sean orgullo nacional, que son unos traidores y 40 millones de personas creen en ese proyecto cultural, en ese rencor, en esa venganza por tener un presidente negro. A pesar de que nadie puede decir que ese sea el problema, está.

La novela ocupa los primeros lugares en la librería El Péndulo. Foto: Especial

–Esta persona que invita al escritor a San Ismael, es un poco el estadounidense medio

–No lo había pensado así. Lleva el nombre de Fritz Romo en homenaje a una mujer que durante la Guerra de Irak había sacado a bebés a la calle, como una estrategia mediática, no la veo como a una estadounidense medio, pero me encanta la idea de que sea maestra y convierta todo en una especie de operativo militar.

–Ahora bien, Trump fracasa una y otra vez

–Lo que es maravilloso del fenómeno Trump es que fracasa una y otra vez. Mauricio Macri es así en Argentina. El turco Recep Tayyip Erdoğan es igual. Van a venir muchos otros en el mundo.

–¿Qué va a pasar en el futuro?

–Yo quiero seguir creyendo en Bernie Sanders. Sé que todo el mundo me dice que es imposible, por la edad, pero mira a Trump, ya es un hombre mayor y piensa como un anciano.

–¿Qué diferencias hay entre Trump y Reagan?

–Creo que Reagan entendió lo que era un político. Venía del espectáculo, es cierto, pero entendió que hacer política no era entretener. Tuvo una vida política más compleja, era un bocón, era un farsante, era un demagogo, pero más en la línea tradicional de un político. Trump no. Para él no hay diferencias entre ser entretenedor que ser un político. Creo que Reagan era más un hipócrita y Trump es un ignorante.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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